lunes, 15 de octubre de 2012
mandala del esplendor
“Hay dos maneras de difundir la luz… ser la lámpara que la
emite, o el espejo que la refleja.” Lin Yutang
Un mandala para Víctor
“Solo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir." Dalai Lama |
lunes, 30 de julio de 2012
¿Por qué empecé a dibujar mandalas?
He pasado muchos años estudiando
diferentes filosofías y terapias para tratar de conocerme y entender mi forma
de actuar o el motivo por el que determinadas situaciones dolorosas se me repetían
continuamente a lo largo de mi vida, la sensación de no avanzar.
Mandala de los cinco elementos
Después de un periodo de estrés
importante en que me sentía furiosa, triste y malhumorada sin un motivo
aparente – tenía la impresión de hacer las cosas por obligación y no por amor –,
empecé a dibujar el mandala de los cinco elementos. Dibujé con una pasión increíble, imprimiendo en cada
línea y cada color todas las emociones contenidas y, al terminarlo, mis nervios
estaban en calma y tenía una sensación de libertad.
Tras analizar mis emociones
negativas convertidas en tranquilidad y amor, empecé a pensar en lo terapéutico
que había sido para mi sique y continué haciendo mandalas y, poco a poco, me vi inmersa en un proceso de
recuperación metal. En el primer dibujo, todo era emoción y espontaneidad, la
liberación del inconsciente y el peso de mis ideas y sentimientos, mientras que
en los siguientes fui tomando el control
y diseñando la composición del dibujo.
No es una fórmula universal,
simplemente una actividad que ayuda a aquietar la mente y cuando la mente está
en calma, podemos pensar. Otras personas consiguen lo mismo tejiendo o
construyendo maquetas. Pero a mí me sirve.
En el siguiente ‘post’ os
enseñaré el primer paso para dibujar y colorear vuestro primer mandala para el
alma.
miércoles, 25 de julio de 2012
¿Por qué los mandalas son curativos?
Nuestro cerebro también se estresa
El poder de los mandalas
El cerebro es comparable a una computadora,
para que actúe correctamente los circuitos deben interactuar con el
resto de órganos o, en su defecto, programas; cada cosa debe estar en su lugar, así como en
una computadora abrimos carpetas para cada tema (fotografías, recetas,
películas, etc.) , el cerebro tiene también su sistema de archivos, una carpeta
para cada una de nuestras vivencias. Este negocia con nuestros sentimientos y
en el buen fluir de inteligencia y emoción consigue archivar
en la carpeta adecuada nuestras vivencias. El dilema surge
cuando ambas capacidades están en desacuerdo, cuando actuamos o recibimos
situaciones que en las que nuestros sentimientos no son apoyados por la razón o
esta impera sobre nuestros sentimientos. Aquí tenemos el
primer conflicto, que habrá de sumarse a los que acarreamos de de las vivencias de nuestros antepasados.
Si bien en nuestro consciente todos los arhivos permancen ordenados, el inconsciente es el cajón de sastre de nuestras vivencias traumáticas no asimiladas: una palabra inesperada que nos
duele, una acción que no entendemos, la pérdida de un ser querido y tantas
otras emociones y recuerdos que nuestro cerebro
consciente no sabe donde archivar. Cuando el inconsciente se
satura o cuando se producen situaciones similares a la que nos ha provocado el conflicto, ese incansable trabajador devuelve a la superficie estas vivencias que quedaron sin resolver, a fin de que las solucionemos.
El poder de los mandalas
La rapidez y los ruidos con los que convivimos afectan al débil equilibrio entre razón y emoción. No estamos acostumbrados a parar nuestra mente, concentrarnos en el silencio y la quietud (Probad a quedaros en silencio y comprobaréis cómo recibís las alarmas de vuestro cuerpo). En un mundo ruidoso es imposible resolver conflictos porque necesitas calma mental y concentración para detectar porque las situaciones dolorosas se nos repiten una y otra vez, porque siempre conocemos al mismo tipo de personas dañinas o cometemos los mismos errores. Vivir en la desesperanza, la tristeza o la rabia es nuestra opción, aunque vivir con paz y amor es mucho más gratificante. Un buen método para conseguirlo es concentrarse en un mándala.
Neus ©
Un mandala es un dibujo que representa el centro del
universo y, dado que nosotros somos también universo, al menos una porción de
este – macrocosmos y microcosmos -, también representa nuestro yo interior, lo
que el psiquiatra Carl Gustav Jung llamó “sí mismo”.
Primeros mandalas
Cuando empecéis a colorear o dibujar mándalas os daréis cuenta de cómo saldrá toda esa rabia que a veces no sabemos que llevamos dentro. No os apuréis si os salís de la línea o si pintáis utilizando un único tipo de color. Poco a poco tendréis la necesidad de equilibrar y organizar el dibujo y vuestros mándalas se volverán más equilibrados. También el color que
tanto nos influye será en un principio inconsciente, para pasar al siguiente
estadio de simetría e intención.
Lo que importa no es el aspecto final de la obra, sino el tiempo que dediquéis a su creación. La mente descansa cuando os concentráis en el dibujo y a medida que pintamos, concentrados simplemente en la acción de pintar, veremos con mayor claridad qué es lo que nos bloquea y en qué lugar del juego de la vida nos hemos situado; a partir de ahí podremos ir solucionando tanto nuestros conflictos propios como
los heredados.
Más adelante, una vez familiarizados con los dibujos, podremos
entrar en la simbología de las formas y los colores, aspectos que rigen el
Universo y, por ende ,a nosotros, para cambiar aquello que no nos guste
demasiado. No es lo mismo ver nuestras expectativas medio negras que verlas en
un verde hierba precioso.
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