miércoles, 25 de julio de 2012

¿Por qué los mandalas son curativos?

Nuestro cerebro también se estresa
El cerebro es comparable a una computadora, para que actúe correctamente los circuitos deben interactuar con el resto de órganos o, en su defecto, programas; cada cosa debe estar en su lugar, así como en una computadora abrimos carpetas para cada tema (fotografías, recetas, películas, etc.) , el cerebro tiene también su sistema de archivos, una carpeta para cada una de nuestras vivencias. Este negocia con nuestros sentimientos y en el buen fluir de inteligencia y emoción consigue archivar en la carpeta adecuada nuestras vivencias. El dilema surge cuando ambas capacidades están en desacuerdo, cuando actuamos o recibimos situaciones que en las que nuestros sentimientos no son apoyados por la razón o esta impera sobre nuestros sentimientos. Aquí tenemos el primer conflicto, que habrá de sumarse a los que acarreamos de de las vivencias de nuestros antepasados.

Si bien en nuestro consciente todos los arhivos permancen ordenados, el inconsciente es el cajón de sastre de nuestras vivencias traumáticas no asimiladas: una palabra inesperada que nos duele, una acción que no entendemos, la pérdida de un ser querido y tantas otras emociones y recuerdos que nuestro cerebro consciente no sabe donde archivar. Cuando el inconsciente se satura o cuando se producen situaciones similares a la que nos ha provocado el conflicto, ese incansable trabajador devuelve a la superficie estas vivencias que quedaron sin resolver, a fin de que las solucionemos.

El poder de los mandalas
La rapidez y los ruidos con los que convivimos afectan al débil equilibrio entre razón y emoción. No estamos acostumbrados a parar nuestra mente, concentrarnos en el silencio y la quietud (Probad a quedaros en silencio y comprobaréis cómo recibís las alarmas de vuestro cuerpo). En un mundo ruidoso es imposible resolver conflictos porque necesitas calma mental y concentración para detectar porque las situaciones dolorosas se nos repiten una y otra vez, porque siempre conocemos al mismo tipo de personas dañinas o cometemos los mismos errores. Vivir en la desesperanza, la tristeza o la rabia es nuestra opción, aunque vivir con paz y amor es mucho más gratificante. Un buen método para conseguirlo es concentrarse en un mándala.

  Neus ©

Un mandala es un dibujo que representa el centro del universo y, dado que nosotros somos también universo, al menos una porción de este – macrocosmos y microcosmos -, también representa nuestro yo interior, lo que el psiquiatra Carl Gustav Jung llamó “sí mismo”.


Primeros mandalas
Cuando empecéis a colorear o dibujar mándalas os daréis cuenta de cómo saldrá toda esa rabia que a veces no sabemos que llevamos dentro. No os apuréis si os salís de la línea o si pintáis utilizando un único tipo de color. Poco a poco tendréis la necesidad de equilibrar y organizar el dibujo y vuestros mándalas se volverán más equilibrados. También el color que tanto nos influye será en un principio inconsciente, para pasar al siguiente estadio de simetría e intención.
Lo que importa no es el aspecto final de la obra, sino el tiempo que dediquéis a su creación. La mente descansa cuando os concentráis en el dibujo y a medida que pintamos, concentrados simplemente en la acción de pintar, veremos con mayor claridad qué es lo que nos bloquea y en qué lugar del juego de la vida nos hemos situado; a partir de ahí podremos ir solucionando tanto nuestros conflictos propios como los heredados.
Más adelante, una vez familiarizados con los dibujos, podremos entrar en la simbología de las formas y los colores, aspectos que rigen el Universo y, por ende ,a nosotros, para cambiar aquello que no nos guste demasiado. No es lo mismo ver nuestras expectativas medio negras que verlas en un verde hierba precioso.

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